lunes, 7 de abril de 2014

IDILIO DE ABRIL (PLATERO Y YO)

Seguimos haciendo referencia a Platero y yo. Hoy traigo al blog esta estampa rebosante de impresiones, sensaciones y recuerdos del autor. Es el capítulo XXIX y se sitúa en plena primavera. Aprovecho para explicar que la estructura de la obra responde a un esquema circular, cerrado. Comienza en una primavera y termina en la misma estación, de modo que la vida de Platero se desarrolla en el ciclo completo de un año.

En 'Idilio de abril' se puede observar perfectamente el estilo de Juan Ramón: riqueza y abundancia de vocabulario (¡Idilio fresco, alegre, sentimental!) , uso de comparaciones y metáforas (aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris), empleo continuado de adjetivos (Las campanillas, níveas y gualdas, le cuelgan, un momento, entre el blanco babear verdoso y luego se le van a la barrigota cinchada), uso frecuente de la admiración y los puntos suspensivos (¡Tarde equívoca de abril!...), lectura a nivel simbólico y literal (Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia, en cuyo ocaso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.) y un acercamiento al lector utilizando a Platero como un oyente cercano (¡Quién como tú, Platero, pudiera comer flores..., y que no le hicieran daño!).

Lo dejo escrito debajo de una preciosa ilustración tomada de una edición en la que los humoristas gráficos Pachi e Idígoras son los ilustradores. Que disfrutes con su lectura.

“Idilio de abril”
Los niños han ido con Platero al arroyo de los chopos, y ahora lo traen trotando, entre juegos sin razón y risas desproporcionadas, todo cargado de flores amarillas. Allá abajo les ha llovido -aquella nube fugaz que veló el prado verde con sus hilos de oro y plata, en los que tembló, como en una lira de llanto, el arco iris-. Y sobre la empapada lana del asnucho, las campanillas mojadas gotean todavía.

¡Idilio fresco, alegre, sentimental! ¡Hasta el rebuzno de Platero se hace tierno bajo la dulce carga llovida! De cuando en cuando, vuelve la cabeza y arranca las flores a que su bocota alcanza. Las campanillas, níveas y gualdas, le cuelgan, un momento, entre el blanco babear verdoso y luego se le van a la barrigota cinchada. ¡Quién como tú, Platero, pudiera comer flores..., y que no le hicieran daño!

¡Tarde equívoca de abril!... Los ojos brillantes y vivos de Platero copian toda la hora de sol y lluvia, en cuyo ocaso, sobre el campo de San Juan, se ve llover, deshilachada, otra nube rosa.

También puedes escuchar un audio de este capítulo. La locución es de Manuel López Castilleja y como fondo musical suena 'Triste pluie'.



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