viernes, 6 de febrero de 2015

EL DÍA QUE LOS CRAYONES RENUNCIARON

Hoy traigo a nuestro blog el último libro ilustrado por Oliver Jeffers. Seguro que a muchos os suena este autor por una historia muy divertida que os contamos en la biblioteca: Atrapados, ¿recordáis? El niño al que se le quedó enredada su cometa entre las ramas de un árbol. Bueno..., no solo su cometa.

El nuevo libro se llama 'El día que los crayones renunciaron'. El autor es Drew Daywalt y las ilustraciones, como ya he mencionado, de Oliver Jeffers. Está editado por Fondo de Cultura Económica. Es una historia divertida en la que se cuenta que los lápices de colores también tienen sentimientos.

Un día, en la escuela, cuando Duncan va a sacar sus lápices para dibujar, se encuentra una pila de cartas dirigidas a él con la lista de quejas de cada uno de los colores. El rojo sufre estrés y se lamenta de que le haga trabajar más duro que a los demás. ¡Trabaja hasta en vacaciones! Todo el año se lo pasa coloreando camiones de bomberos, manzanas, los Papá Noel de Navidad y los corazones de San Valentín… El beis está harto de que le llamen "marrón claro" o "color hueso" y de ser el segundón del lápiz marrón. Duncan solo lo usa para pintar cosas aburridas como el trigo. El gris está agotado de los enormes espacios que tiene que colorear: ¡elefantes, rinocerontes, hipopótamos…! E irónico comenta que también hay cosas grises pequeñas como piedritas y pingüinos bebés. El blanco se queja de que Duncan solo lo use para pintar la nieve y eso le hace sentir vacío. El negro odia que lo utilice para dibujar el contorno de cosas que por dentro pinta de otros colores.
¡No es justo! ¿Por qué no pintar una pelota de playa negra alguna vez? El amarillo y el naranja no se hablan porque cada uno reclama ser reconocido como el auténtico color del Sol. El azul está tan corto y rechoncho después de pintar todos los océanos, los lagos, los ríos, las gotas de lluvia y los cielos despejados, que ya no alcanza a asomarse por el borde de la caja de los lápices. El rosa, por el contrario, recrimina a Duncan que no lo haya usado ni una sola vez. ¿Qué piensa? ¿Que el rosa solo es un color para niñas? Con lo bien que quedaría un dinosaurio o un vaquero pintados de rosa. Y así, en cartas escritas a mano sobre papeles a rayas y cuadriculados, todos los colores van exponiendo sus quejas y dan un ultimátum: o Duncan cambia o se verán obligados a despedirse de su trabajo. El niño se pone manos a la obra y, con creatividad y mucho color, tratará de conseguir una solución.
Fuente: Cultura.El País/Babelia



Apuntado queda para incorporarlo (en cuanto podamos) a los fondos de nuestra biblioteca.

Por cierto, os dejo el enlace a la página web de Oliver Jeffers. Además de bonita es muy divertida.

Si quieres acceder, haz clic en la imagen.

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